Aprovechando que la habían dejado sola en la capilla, Elena abrió la puerta de aquel misterioso armario y descubrió un cuartito con un reclinatorio al fondo, un crucifijo en la pared y una especie de ventanuco que no dejaba ver nada porque lo impedía una cortinilla y una celosía.
Había entrado sin hacer ruido ... se puso en pie sobre el reclinatorio y, con voz alta y cantarina, dijo: - Holaaa!
El confesor respondió con otro "Hola", algo más sobrio.
Elena preguntó muy bajito: Eres Dios?
El sacerdote dio un respingo en el asiento. Cuántos años tienes?
- Cinco. Ayer fue mi cumple pero mi hermana Rocío es más pequeña: Tiene 3.
- Y tú como te llamas? - Ele.
- Y por qué me has preguntado si soy Dios?
- Porque mamá me ha dicho que aquí Dios perdona los pecados a los mayores, y que yo no puedo entrar porque soy pequeña y todavía no he hecho pecados. Oye, cuántos años hay que tener para hacer pecados?
- Bueno, verás… El cura trataba de encontrar una frase o un ejemplo q le sirviera para salir del paso, pero Elena no le dejaba tiempo para pensar.
- Entonces si los mayores saben hacer pecados y los pequeños no, es mejor ser pequeña siempre, ¿verdad?
Al llegar a este punto, el confesor sacó bandera blanca. - Vamos a hacer una cosa: salimos de aquí y tu mamá y yo te lo explicamos fuera, vale?
- Vale.
(Enrique Monasterio)