LAS DOS ESTRELLAS

En un primitivo monasterio se contaba esta leyenda: Se avecinaba un invierno duro. Y antes de que llegaran las nieves, los monjes bajaban a recoger leña. Cuando sucede esta historia eran días de mucho calor. Un monje ya anciano también recogía troncos. Llegaba sudando. Pero había una fresca fuente que le alegraba. Pero un día pensó que sería grato al Señor ofrecer como penitencia no beber. La primera noche de su ofrenda, al mirar el cielo, descubrió una nueva estrella en el firmamento, que le miraba y sonreía. Esto le llenó de un gozo inmenso. Todos los días se repetía el sacrificio y la aparición de la estrella. Nada podía alegrar más el
corazón del anciano monje.      Pero un día le acompañó un joven novicio poco acostumbrado a esos trabajos, y al llegar cerca de la fuente sus ojos brillaron de satisfacción. Allí podría calmar su sed, pero esperó al monje de más edad. Este comprendió que, si él no bebía, tampoco lo haría el joven. Dudó qué debía hacer. Le producía tanto gozo su estrella, que le daba mucha pena renunciar a verla aquella noche. Le parecía que la estrella era la sonrisa de Dios, que le dirigía a él, solo a él. Pero si él no bebía, el joven tampoco lo haría, eso era evidente. Decidió beber para que lo hiciera el otro. Miró después al firmamento con la resignación de no ver esa noche aquella muestra del Señor, que le hablaba a través de las estrellas. Pero su sorpresa fue muy grande, y mucho mayor su alegría, porque en el cielo aparecieron aquella noche dos estrellas que le sonreían. Nunca estuvo tan contento. Comprendió  que el Señor no ama el sacrificio por el sacrificio, sino el amor a Dios y a los demás, que se expresa de muchos modos.       En nuestro cielo se encenderán tantas estrellas como sacrificios hayamos hecho en favor de los demás, como obras de misericordia. Esta noche en el examen, ¿cuántas estrellas encontraré en mi cielo?, ¿cuántas sonrisas del Señor?                              

      (Tomado de:  El día que cambié mi vida. Francisco Fdez Carvajal)