Érase una vez un niño que, jugando en el muelle del puerto, se cayó a las aguas profundas del océano.
Un viejo marinero, sin pensar en el peligro, se lanzó al agua, buceó para encontrar al niño y finalmente,
agotado, lo sacó al agua.
Dos días más tarde la madre vino con el niño al muelle para encontrarse con el marinero.
Cuando lo encontró le preguntó: -¨¿Es usted el que se lanzó al agua para rescatar a mi hijo?¨ -¨Sí soy yo”, respondió.
- La madre le dijo: “¿Y dónde está el gorro de mi hijo?¨.
Aplicación:
A veces nosotros somos así con Dios y con los demás: Después de lo mucho que han hecho por nosotros, les recriminamos que no tenemos ¨el gorro¨.