ADORAR AL SEÑOR TODOS LOS DÍAS

Fulton Sheen, un obispo de EE.UU., cuyo proceso de beatificación está abierto, fue un gran promotor de la Hora Santa delante de Jesús sacramentado.

Cuando ya era mayor y bien conocido su amor a Jesús Sacramentado, le preguntaron en TV qué es lo que le había movido a hacerlo así. Y él respondió, con sencillez, que se lo inspiró una niña.        

Cuando los comunistas se apoderaron de China, quisieron borrar de ella todo lo que sonara a Dios. Una de las muchas cosas que hicieron fue entrar en las iglesias para destruirlo todo. En una de estas correrías arrestaron a un sacerdote, y lo encerraron en su casa, convirtiéndola en su cárcel. Luego fueron a la iglesia, destruyeron el sagrario, tiraron las Sagradas Formas por el suelo y se marcharon. No se dieron cuenta de que había una niña que estaba rezando de rodillas mientras lo observaba todo. Aquella noche la niña volvió, sorteó la guardia y logró entrar en la iglesia. Allí rezó de rodillas durante una hora, delante de las Formas tiradas por el suelo. Cuando terminó la hora santa, se agachó y tomó del suelo con su lengua al Señor, con muchísima veneración y sin hacer ruido. Y volvió para hacer lo mismo los días siguientes. Una forma cada vez. El párroco pudo verlo desde su casa donde lo habían encarcelado. La niña rezó todos los días antes de comulgar, hasta la última Forma, con la que recibió al Señor. Cuando intentaba irse con mucho sigilo, como todas las noches, la descubrieron los guardias. Al darse cuenta de lo que había hecho, la mataron allí mismo a golpes.    

El sacerdote sobrevivió y pudo contar la historia, que escuchó el obispo Fulton Sheen cuando era seminarista. Por eso había crecido en él ardientemente el amor a Jesús Eucaristía, y había prometido al Señor que lo acompañaría, al menos una hora santa al día, durante toda su vida.

¿Y yo qué haré?