EL MALAMÉN. RENUNCIAR A SATANÁS.

Dos niños están dialogando sobre lo valientes que son.

Uno le pregunta a otro: Tu ¿a qué tienes miedo?

Y el otro le responde: -Yo no le tengo miedo a nada ni a nadie, ni siquiera a 'Malamén'.

-¿Y quién es ese?

-Ni idea, pero debe ser muy malo, porque mi madre cuando reza el padrenuestro, acaba diciendo: -Y libramos del Mal-amén!

En la versión latina del Padrenuestro en lugar de decir “líbranos del mal”, dice “liberanos a Malo” (Líbranos del Malo).

Y el Malo más malo es el Demonio.

Le pedimos al Señor que nos libre de Él y de sus engaños. Conviene que frecuentemente renovemos nuestra “renuncia” a Satanás y a sus obras.

He aquí una fórmula: Renuncio a Satanás y a sus obras; esto es, al pecado, como negación de Dios; a la mentira, como ofuscación de la verdad; a la violencia, como contraria al amor.

Renuncio a las obras de Satanás; a la soberbia, a la avaricia, a la envidia, a la ira, a la lujuria y las sensualidades, a la gula, a la pereza, al odio, a la cobardía e indiferencia, a la injusticia; a la falta de fe, esperanza y caridad.

Renuncio a todas las seducciones de Satanás; a los abusos, a la discriminación, a la hipocresía, al cinismo, al orgullo, al desprecio a los demás.

Renuncio a la vida materialista que me ofrece el mundo, al dinero como aspiración suprema, al placer por el placer sin valores, al provecho propio por encima del bien común.

(Ritual de la Confirmación)