ARTABÁN, EL 4º REY MAGO

Como cada año se espera la llegada de los tres Reyes Magos para el 6 de enero.
Cuenta la tradición que los reyes viajaron desde el lejano oriente guiados por una estrella y cargados con regalos para ofrecer al Mesías que nacería en Belén.
Según una vieja tradición además de los 3 reyes magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, hubo otro que también vio la estrella. Y ¿qué pasó con el cuarto rey mago?
Artabán era el nombre del rey que no llegó a Belén.
Los 4 habían hecho planes para reunirse en Borsippa, una antigua ciudad de Mesopotamia desde donde iniciarían el viaje que les llevaría hasta Belén para adorar al Mesías.
El cuarto rey mago llevaba consigo una gran cantidad de piedras preciosas para ofrecer a Jesús; pero cuando viajaba hacia el punto de reunión encontró en su camino a un pastor a cuyo rebaño había atacado un lobo. Estaba herido y las ovejas dispersas. Artabán tuvo un dilema: si ayudar a este hombre o continuar su camino para encontrarse con los otros reyes. De quedarse con el pastor, seguro que perdería tiempo y los otros reyes se irían sin él. Obedeciendo a su noble corazón, decidió ayudar a aquel pastor.
El tiempo había pasado y en el punto de reunión ya no encontró a sus tres compañeros de viaje.
Decidido a cumplir su misión, emprendió un largo camino sin descanso hasta Belén para adorar al niño, pero al llegar, Jesús había nacido y José y María estaban rumbo a Egipto, escapando a la matanza ordenada por Herodes.
Artabán emprendió entonces un viaje en el que, por donde pasaba, la gente pedía su auxilio, y él, atendiendo siempre a su noble corazón, ayudaba sin detenerse a pensar que el obsequio de piedras preciosas que cargaba, poco a poco se reducía sin remedio. En su andar, Artabán se preguntaba:
¿Qué podía hacer si la gente le suplicaba su ayuda? ¿Cómo podría negarle ayuda a quien la necesitaba?
Así pasaron los años y en su larga tarea por encontrar a Jesús, ayudaba a toda la gente que se lo solicitaba.
Treinta y tres años después, el viejo y cansado Artabán llegó por fin a donde los rumores le habían llevado en su larga búsqueda por Jesús. La gente se reunía en torno al monte Gólgota para ver la crucifixión de un hombre que decían que era el Mesías. Artabán no tenía duda en su corazón, aquel hombre era quién había estado buscando durante todos esos años.
Con un rubí en su bolsa y dispuesto a entregar la joya a Jesús a toda costa, Artabán encaminó sus pasos hacia aquel monte; sin embargo, justo frente a él apareció una mujer que era llevada a la fuerza para ser vendida como esclava para pagar las deudas de su padre. Artabán la liberó a cambio de la última piedra que le quedaba de su basto tesoro.
Triste y desconsolado, nuestro cuarto rey mago se sentó. En aquel momento, la tierra tembló de
forma brusca y una enorme piedra golpeo la cabeza de Artabán.
Moribundo y con sus últimas fuerzas, el cuarto rey imploró perdón por no haber podido cumplir con su misión de adorar al Mesías. En ese momento, la voz de Jesús se escuchó con fuerza: Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste.
Artabán, agotado, preguntó: ¿Cuándo hice yo esas cosas? Y justo en el momento en que moría,
la voz de Jesús le dijo: Todo lo que hiciste por los demás, lo has hecho por mí, por eso hoy estarás
conmigo en el Paraíso.