¡REINA DEL CIELO, ALÉGRATE!

Después de que Jesús es colocado en el sepulcro, María "es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la Resurrección". 
Es legítimo pensar que verosímilmente Jesús resucitado se apareció a su madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro, ¿no podría constituir un indicio del hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús? 
Esta deducción quedaría confirmada también por el dato de que las primeras testigos de la resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales permanecieron fieles al pie de la cruz y, por tanto, más firmes en la fe. El carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, parecen postular su participación particularísima en el misterio de la Resurrección. Por ser imagen y modelo de la Iglesia, que espera al Resucitado y que en el grupo de los discípulos se encuentra con él durante las apariciones pascuales, parece razonable pensar que María mantuvo un contacto personal con su Hijo resucitado, para gozar también ella de la plenitud de la alegría pascual. 
La Virgen santísima, presente en el Calvario durante el Viernes santo y en el cenáculo en Pentecostés, fue testigo privilegiada también de la resurrección de Cristo, completando así su participación en todos los momentos esenciales del misterio pascual. 
En el tiempo pascual la comunidad cristiana, dirigiéndose a la Madre del Señor, la invita a alegrarse: "Regina coeli, laetare. Alleluia". "¡Reina del cielo, alégrate. Aleluya!". Así recuerda el gozo de María por la resurrección de Jesús. (San Juan Pablo II): Reina del Cielo alégrate, aleluya. Porque quien mereciste llevar en tu seno, aleluya. Ha resucitado según dijo, aleluya. Gózate y alégrate Virgen María, aleluya. Porque verdaderamente ha resucitado el Señor, aleluya. 


Oración
 ¡Oh, Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado alegrar al mundo! 
Concédenos, te rogamos, que por la intercesión de su Madre, la Virgen María, alcancemos los gozos de la vida eterna. 
Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. 
Amén.