CORPUS CHRISTI: JESUCRISTO ESTÁ ENTRE NOSOTROS

La Iglesia celebra hoy la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

“Nuestro salvador, en la última cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura”. (Catecismo de la Iglesia).

La sagrada comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo acrecienta la unión del comulgante con el Señor, le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados graves. Puesto que los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la recepción de este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.

Es desde ese lugar que es el Cenáculo desde donde siempre tenemos que salir los discípulos de Jesús, pues nuestra misión requiere que llenemos nuestra vida del amor mismo de Cristo y, por tanto, que salgamos siempre con Él a todos los caminos donde están los hombres. Jesús invita a todos a participar en su misión.

Nadie puede quedarse con los brazos cruzados, pues ser discípulo de Cristo es ser misionero, es decir, anunciador de Cristo con creatividad y audacia en todos los ambientes. Un discípulo que sale siempre del Cenáculo, alimentado de Cristo Eucaristía. Todos los caminos de la humanidad son de los discípulos de Cristo, pero no podemos salir de cualquier manera. Recordemos aquellas palabras que los primeros discípulos tuvieron muy en cuenta: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra» (Hch 1, 8).

Salgamos a todos los caminos y llamemos a los hombres al banquete, como en la parábola de los invitados por el rey a las bodas de su hijo, llenemos la sala. Habrá quienes no acepten la invitación, pero invitemos a participar de la gran fiesta que es la Eucaristía, donde el Señor prepara a su pueblo a abrir el corazón a los demás.

(Don Carlos Osoro, Card. Arzobispo de Madrid)