Hemos visto una estrella...

LLegaron unos Magos a Jerusalén, preguntando por el nacido rey de los judíos, pues habían visto su estrella en oriente y venían a adorarlo.

Por qué son diversas las actitudes de los hombres ante la llamada de Dios. Quizá la estrella fue visible en toda la región, pero muchos no levantaron la vista y no la vieron. Quizá muchos vieron la estrella pero no la siguieron. Quizá algunos la vieron y la siguieron, pero les faltó constancia y desistieron. Los Magos en cambio vieron la estrella, se pusieron en marcha, se enfrentaron al desierto, y llegaron hasta el final.

La estrella se les ocultó por algún tiempo. Es la noche oscura del alma. Pero ellos no cejaron en su empeño y la estrella les condujo hasta Belén. El premio fue maravilloso: se encontraron con Dios. Fue una dura prueba. Pero el Señor les iluminó. Entraron y adoraron. Creyeron y abrieron los tesoros de su generosidad. Le entregaron todo. Ese fue su mérito, que Dios no mira tanto lo que le damos, cuanto lo que nos reservamos para nosotros”, dice San Ambrosio.

Herodes les había rogado con mala intención que volvieran a él, pero “volvieron a su tierra por otro camino”. Fulton Sheen aclara: “Nadie que alguna vez se encuentre con Cristo con buena voluntad volverá por el mismo camino por el que llegó”.

El Santo Padre nos dijo en Colonia, en el Encuentro Mundial de la Juventud: “La historia de los Reyes Magos no es una historia lejana, de hace mucho tiempo. Es una presencia. Aquí, en la Hostia consagrada, Él está ante nosotros y entre nosotros. Como entonces, se oculta misteriosamente en un santo silencio, y como entonces, desvela precisamente así el verdadero rostro de Dios. Él está presente, como entonces en Belén. Y nos invita a esa peregrinación interior que se llama adoración”.

Nosotros también tenemos una estrella: Santa María, Estrella del mar, Estrella de la mañana, ¡ayuda a tus hijos!