VIRGEN DEL CARMEN

Los orígenes de esta advocación de Nuestra Señora surgen siglos después de que los profetas Elías y Eliseo moraran en el monte Carmelo (Palestina), donde se erigió un gran templo dedicado a la Virgen y donde nació la orden carmelita (finales del s. XII).


El mejor regalo que nos pudo hacer la Virgen del Carmen fue el escapulario, un símbolo de la consagración a la Santísima Virgen y de protección de la Madre de Dios a sus devotos.

El 16 de julio de 1251 la Virgen se le aparece a San Simón Stock, general de la Orden Carmelita y le entrega el escapulario para la orden con la siguiente promesa: “Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los carmelitas; quien muera usando el escapulario no sufrirá la condenación eterna”.


El escapulario es un sacramental, es decir, un objeto religioso que la Iglesia ha aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado, incluso al venial.


El escapulario de la Virgen del Carmen, además de la promesa de salvación para quienes mueran con él (ha de ser impuesto por un sacerdote), lleva también consigo el llamado privilegio sabatino: la Santísima Virgen sacará del purgatorio cuanto antes, especialmente el sábado después de su muerte, a quienes hayan muerto con el escapulario
El escapulario no es un amuleto ni una garantía automática de salvación ni una dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana. El escapulario de tela, el original, puede ser sustituido por una medalla que represente por un lado la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y por el otro la de la Virgen Santísima.