SANTIAGO APÓSTOL, PATRONO DE ESPAÑA

Hermano del apóstol Juan, Santiago el Mayor fue llamado por Jesús cuando estaba arreglando las redes en el lago de Genesaret, y se convirtió en uno de los “íntimos” del Señor. Junto a los apóstoles Juan (su hermano) y Pedro, vivió algunos de los momentos más intensos de la vida del Señor: estuvo presente cuando resucitó a la hija de Jairo, fue testigo de la Transfiguración y Jesús le invitó a acompañarle en su agonía en Getsemaní.

Recibió del propio Cristo el nombre de "Boanerges", que significa ‘hijo del trueno’, por su impetuosidad. Según una antigua tradición, Santiago el Mayor vino a España en su misión evangelizadora. La leyenda cuenta que las enseñanzas del apóstol no fueron aceptadas y solo siete personas se convirtieron al cristianismo. Las cosas cambiaron cuando la Virgen se apareció al Apóstol en Zaragoza, advocación hoy conocida como la Virgen del Pilar, estando aún nuestra Madre en carne mortal en el mundo. Desde entonces la intercesión de la Virgen hizo que se abrieran extraordinariamente los corazones a la evangelización de España.    

Tras un largo periplo por la Península Ibérica, Santiago regresó a Jerusalén y en el año 44 fue decapitado con una espada, convirtiéndose en el primer apóstol martirizado. Sus discípulos recogieron su cadáver y lo embarcaron con dirección a España. Siempre según la tradición, la nave desembarcó en la costa gallega, donde fue trasladado al lugar donde se halla la catedral compostelana en la actualidad.

En el año 1630, siendo monarca Felipe IV, el papa Urbano VIII decretó oficialmente que el Apóstol Santiago el Mayor fuera considerado solo y único patrón de la nación española. 

    ORACIÓN: 
 
     Señor Santiago, como tú, también yo de vez en cuando, me encuentro arreglando las redes de mi vida a las orillas de mi existencia. ¿Arreglando… o desarreglando? ¡No lo sé! Sólo sé que, de cuando en vez, siento una voz que me dice: ¿Qué haces? ¿Por qué te afanas tanto? ¿Cuánto has pescado hoy? ¿Qué has hecho hoy con tu vida? Miro hacia arriba, y así como tú, viste algo no siempre yo veo nada claro.
 
    Me falta tu impetuosidad y me sobra cobardía para, mirando hacia delante, saber que hay un Señor que una y otra vez me dice: ¡Ven y sígueme! Pero ¿sabes? Siempre respondo lo mismo:  ¿A dónde seguirte? ¿Para qué? ¿Por qué yo? Y es que, Señor Santiago, siempre pienso que eso de “ven y sígueme” es para la gente cualificada para las personas solitarias para aquellos que son un poco especiales. Y en el fondo, bien lo sabe Dios, es miedo a mostrarme como lo que soy. Digo ser cristiano, y me cuesta demostrarlo. Presumo de ser bautizado, y a duras penas me mantengo. Pretendo seguir a Cristo y, a cualquier distracción. Prefiero quedarme parado en cualquier esquina.
 
    ¡Sí; Señor Santiago! Hoy, permíteme que te dé las gracias por tu gran regalo. Por poner, en nuestra tierra, la primer piedra de ese gran edificio espiritual de Jesús de Nazaret. Déjame darte las gracias por tu valentía incluso por haber creído de tal manera en Cristo que te permitiste el lujo de pedir un puesto privilegiado al lado del Padre Dios
 
     Como Patrono de España, protégenos y ayúdanos a todos los españoles a ser fieles a Cristo como lo fuiste Tú.