SANTÍSIMA TRINIDAD

El domingo 11 de junio celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad y en esta fiesta recuerdo cuántas veces decimos:

“En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Así comenzamos todas nuestras tareas, así comenzamos todas nuestras liturgias y vemos cómo todo está invadido por un gran gesto; y el gesto es el amor.

Vamos tú y yo con todo cariño a penetrar en este gran misterio de tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Escuchemos con atención el texto de Jn 3, 16-18. Toda la liturgia de hoy y toda la liturgia siempre son grandes intervenciones del amor de Dios y este amor que se revela a través del Padre, a través del Hijo y a través del Espíritu Santo.

Desde siempre este Padre Creador nos elige, elige a Israel, hace una alianza con él, hace un pacto, y en esa cumbre del Sinaí se vuelve a renovar el Calvario. “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo unigénito”. Y con esos dos amores nos entrega al Espíritu, fruto del amor. “Este Espíritu, la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con vosotros”. Una gran fiesta para contemplar el gran amor, para ver, cómo se aman estas Tres divinas personas. Y nos lleva a examinar nuestra manera de amar, a ver cómo nos abrimos a los demás, cómo nos comunicamos, cómo nos damos, porque amor es darse.

Quizás en este encuentro tengamos que descubrir el amor para amar a los demás. Este misterio trinitario que nos lleva a una actitud de donación: el Padre se da totalmente al Hijo, el Padre y el Hijo nos dan al Espíritu Santo y los tres se dan al hombre.

¡Gran fiesta de la Trinidad! Gran fiesta para fijarnos y darnos cuenta de cómo es nuestro amor. La Trinidad es amor, tres Personas diversas, distintas, pero un amor que no es imposible, que es un amor divino, de Dios, y surge de esa unidad el gran amor.

Cuántas veces nosotros con diferencias, con conflictos, no sabemos enraizar la unidad del amor, no sabemos hacer que nazca el amor, esa imagen unitaria, trinitaria que es Él, esa imagen que nos lleva a amar. Cuántas veces tenemos que aprender esta forma de amar: tanto amó Dios al mundo que se entregó y dio su vida por ti y por mí. 

Demos gracias a Dios Padre porque nos ama, nos cuida, vela por nosotros, nos libra de tantos peligros; al Hijo, que se entrega, hasta que da la vida; y al Espíritu, que nos da esa fuerza para amar. Vamos a pensar mucho en este amor y a querer amarle así, como es Él, como es esa Trinidad: ese Dios Padre, ese Espíritu Santificador, ese Dios Salvador.