DUC IN ALTUM

Fiarse de Jesús, fiarse de Jesús. Cuando digo esto quiero ser sincero y deciros: yo no vengo aquí a venderos un espejismo. Vengo aquí a decir: existe una Persona que puede llevaros adelante: ¡fíate de Él! ¡Es Jesús! ¡Fíate de Jesús! Jesús no es un espejismo. Fiarse de Jesús.

El Señor está siempre con nosotros. Viene a la orilla del mar de nuestra vida, se hace cercano a nuestros fracasos, a nuestra fragilidad, a nuestros pecados, para transformarlos. No dejéis nunca de volver a poneros en juego, como buenos deportistas —algunos de vosotros lo saben bien por experiencia— que saben afrontar el cansancio del entrenamiento para alcanzar los resultados. Las dificultades no deben asustaros, sino impulsaros a ir más allá.

Sentid dirigidas a vosotros las palabras de Jesús: ¡Remad mar adentro y echad las redes, jóvenes de Cerdeña! ¡Remad mar adentro! Sed cada vez más dóciles a la Palabra del Señor: es Él, es su Palabra, es el seguimiento lo que hace fructuoso vuestro compromiso de testimonio. Cuando los esfuerzos para despertar la fe entre vuestros amigos parecen inútiles, como la fatiga nocturna de los pescadores, recordad que con Jesús todo cambia.

La Palabra del Señor llenó las redes, y la Palabra del Señor hace eficaz el trabajo misionero de los discípulos.

Seguir a Jesús es comprometedor, quiere decir no contentarse con pequeñas metas, con pequeño cabotaje, sino apuntar alto con valentía. También vosotros estáis llamados a llegar a ser «pescadores de hombres».

No dudéis en entregar vuestra propia vida para testimoniar el Evangelio con alegría, especialmente a vuestros coetáneos. Quiero contaros una experiencia personal.

Ayer cumplí el sexagésimo aniversario del día en que sentí la voz de Jesús en mi corazón (…). No lo olvido nunca. El Señor me hizo sentir con fuerza que debía ir por ese camino. Tenía diecisiete años (…). Después pasaron muchos años con algunos acontecimientos, de alegría, pero muchos años de fracasos, de fragilidad, de pecado... sesenta años por el camino del Señor, siguiéndole a Él, junto a Él, siempre con Él.

Sólo os digo esto: ¡no me he arrepentido! ¡No me he arrepentido! ¿Por qué? (…) porque siempre, incluso en los momentos más oscuros, en los momentos del pecado, en los momentos de la fragilidad, en los momentos del fracaso, he mirado a Jesús y me fié de Él, y Él no me ha dejado solo.

Fiaos de Jesús: Él siempre va adelante, Él va con nosotros. Pero, escuchad, Él no desilusiona nunca. Él es fiel, es un compañero fiel.

Los santos son así: no nacen ya perfectos, ya santos. Llegan a serlo porque, como Simón Pedro, se fían de la Palabras del Señor y “reman mar adentro”

(Papa Francisco)