MARÍA, LA HUMILDE Y SENCILLA PROTAGONISTA

El IV domingo de adviento lo podemos considerar como el pórtico que nos introduce en el misterio de la Navidad: “Dios con nosotros”. Lo hace a través de lo sencillo y humilde, “y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Efratá…” (1ª Lect.) y de un Jesús que se ofrece de una vez para siempre (2ª Lect.) De aquí la admiración de Isabel ante el misterio al visitarla “la madre de mi Señor” (Ev.).

María es la protagonista en este último domingo de Adviento. Ella la humilde y sencilla joven de Nazaret al sentir en sí misma la presencia del misterio de Dios hecho carne, siente la necesidad de comunicarlo a otra mujer sencilla y humilde que se siente dichosa por su maternidad.

María “va a prisa” a comunicárselo a Isabel. Así es el gran misterio de la Encarnación que se sigue manifestando a los sencillos y humildes de corazón que se sienten agraciados de esta visita del Señor que realiza a lo largo de los siglos.

EL SÍ DE LA VIRGEN MARÍA

Hoy, domingo cuarto de Adviento, víspera de la Navidad, una persona especial ocupa nuestra atención. Una mujer joven y hermosa llamada María, casi desconocida para la mayoría de los judíos. Dios, sin embargo, la eligió para ser la madre de su Hijo, Jesucristo. Al igual que nuestra Santísima Madre la Virgen María, debemos estar dispuestos a tener como único propósito en la vida hacer la voluntad del Señor, y meditar en nuestro corazón el misterio del nacimiento de Cristo. ¿Estoy dispuesto a cumplir y ser fiel, al igual que María lo fue en su vida terrena? Durante este día previo al Nacimiento del Niño Jesús, es conveniente que meditemos acerca del significado de la Navidad: es la venida de Dios, como hombre, a la vida real y concreta de los que esperan, creen y aman con el corazón limpio y arrepentido. Y esa venida se produce cada día en el sacramento de la Eucaristía