¡TENEMOS MADRE!

¡Tenemos Madre! Sí. Una Madre que nos cuida, como me decía un amigo al que conozco desde que éramos estudiantes. Él nunca creyó; es más, a sus hijos no los educó en la fe, tampoco a sus nietos. 

He sido su amigo incondicional, ha compartido conmigo todas las grandes decisiones de su vida para saber lo que pensaba. 

Aprovechando un viaje de trabajo, por simple curiosidad, pasó la víspera de la llegada del Papa por Fátima.

Ya estaban los retratos de Francisco y Jacinta, que con 9 y 10 años fallecieron por enfermedad. Me cuenta que miró los retratos y pasó por la capilla de las apariciones.

Sucedió algo en su vida que, como él mismo dice, le llevó a sentir en lo más profundo del corazón que “tengo Madre”, una Madre que acerca la verdad de la vida. Comprendió que “sin Dios no es posible la esperanza y la paz”. 

“He visto cómo mi vida en unos instantes ha cambiado, conocía a un Dios a quien temía; en Fátima, ya viejo, he conocido y reconocido que Dios es “amor, compasión y misericordia”», aseguraba. El Papa Francisco, al decirnos que «¡tenemos Madre!», desea hacer llegar a través de Ella a este Dios que conocieron Francisco y Jacinta:

1. El Amor de Dios es central para la paz: no hay otra arma para mantener viva la familia humana. Son necesarios mediadores de ese amor, que se dan hasta consumirse, sabiendo que el beneficio es la paz, la esperanza, la fraternidad, la búsqueda del bien común.

2. La Compasión de Dios es necesaria: la que manifestó con quienes se encontró en el camino, entre ellos Nicodemo, Zaqueo, la Samaritana, Lázaro, la pecadora pública o Pedro, que lo negó y a quien preguntó: «¿Me amas?». Compasión que nos capacita para el diálogo intercultural y religioso.

3. La Misericordia de Dios nos urge: hay que ayudar a restablecer relaciones justas con Dios, con los demás y con la creación. Unas relaciones que nos lleven siempre a anunciar a todos los hombres la alegría del Evangelio partiendo de las periferias de todo tipo; no se puede creer en un Dios fuente de violencia. Relaciones que nos lleven a ver, en todos los hombres, hijos de Dios que he de amar con el amor mismo de Dios. Y relaciones con la creación, pues cuidar la casa común es esencial y central para nuestra fe.

Cardenal Osoro, Arzobispo de Madrid