LAS BELLEZAS DEL CUADRO DEL "HIJO PRÓDIGO" DE REMBRAND

Hay un libro precioso que se titula ”EL REGRESO DEL HIJO PRODIGO: MEDITACIONES ANTE UN CUADRO DE REMBRANDT” de H. NOUWEN.

En dicho libro el autor, comentando la parábola del hijo pródigo (Lc. 15), va extrayendo las esencias y el espíritu del cuadro de Rembrandt y de cada personaje.

Este lienzo del artista holandés está pintado con la técnica del claroscuro y del tenebrismo que hace más impresionantes los contrastes. Por la luz se destaca el abrazo del Padre misericordioso al hijo que regresa arrepentido.

En el cuadro aparecen seis personajes.

1.-En un primer plano un JOVEN está arrodillado y recostando su cabeza sobre el regazo de un anciano, su padre. Los pies del joven reflejan la historia de un viaje humillante: el pie izquierdo, fuera del calzado, muestra una cicatriz, al mismo tiempo que la sandalia del pie derecho está rota. La ropa es vieja, y el personaje tiene la cabeza rapada. Su rostro no se advierte, pues el joven lo hunde en las vestiduras paternas.

2.-Frente a él figura el PADRE, inclinado levemente sobre su hijo, posando las manos sobre su espalda. Las vestiduras del anciano están cubiertas por un manto rojo de dignidad y por debajo de este asoman las mangas de una túnica elegante que contrasta con los vestidos harapientos del joven. La luz inunda el rostro del padre, que dirige la mirada hacia abajo resaltando la emotividad de la escena; esa mirada emana intimidad, cercanía, gozo, reconciliación, acogida. El Padre estrecha y acerca al hijo menor a su regazo y a su corazón; y el hijo harapiento se deja acoger, abrazar y perdonar. El núcleo de la acogida reside en el gesto de sus manos, representadas de forma distinta. Su mano izquierda se apoya con firmeza y mayor vigor sobre el hombro del muchacho; esta mano no solo toca, sino que también sostiene con su fuerza. La mano derecha es fina y suave Los dedos son muy elegantes, se apoyan tiernamente sobre el hijo. Es una mano que quiere acariciar, mimar, consolar y confortar. Es la mano de una madre. Esto recuerda lo que decía San Juan Pablo II: “Dios lleva en sí todos los rasgos de la paternidad y la maternidad. Echando los brazos al cuello del hijo pródigo muestra la semblanza de una madre que acaricia al hijo y lo cubre de su calor". Con este sencillo gesto del anciano, unido al de su rostro, Rembrandt transmite todo el dramatismo y la ternura de la escena.

3.-A la derecha del grupo anterior se sitúa el HERMANO MAYOR distante. Es un hombre alto, de postura señorial y rígida. Su mirada aparece fría y distante, a diferencia de la del padre, que es tierna y acogedora. Nada tienen que ver tampoco sus manos con las de su progenitor: Si el padre con sus manos extendidas da acogida al hermano menor, el recogimiento de las suyas insinúa un cierto rechazo. Cabe destacar que está apartado de la escena principal, que está a disgusto.

4.-Completan el cuadro tres personajes más: un hombre sentado que se golpea en el pecho, posiblemente un administrador, hay una mujer y en último término un recaudador de impuestos al que tan sólo se le intuye el rostro. Los 3 pueden representar 3 tipos de personas pecadoras a las que Jesús ha venido a liberar del pecado y a devolver la alegría del perdón.

En resumen, es un cuadro repleto de simbolismos a través de los cuales Rembrandt quiere mostrar el poder y la ternura de Dios que perdona, acoge e ilumina a la humanidad abatida y pecadora que acude al refugio de la gracia divina. Y es especialmente válido en esta situación de guerra que vivimos.

Aplicándolo a nosotros: Todos estamos representados en cada uno de los dos hijos y también debemos tener la actitud de misericordia del Padre. Y, aunque ahí no aparezca, también tenemos Madre.