MARTA Y MARÍA

Marta opta por el camino de dar, del hacer y del entregarse a la acción a favor de Jesús. María se define por su actitud de recibir, de pasividad acogedora, de dejar que Él haga lo que quiera de ella.

Marta y María son dos dimensiones de una personalidad cristiana que debería tender a ser unitaria, dos dimensiones que han de estar siempre estrechamente unidas, armonizadas, integradas. Hay que servir al Señor como lo hizo Marta y es preciso escucharlo como lo hizo María. Se trata de dedicarse a muchas cosas sin perder de vista la única necesaria.

Hemos de conjugar ser “contemplativos” en medio del mundo y muy “activos”, trabajando por el Señor. Marta ha hecho muchas cosas para agradar al Señor, pero le ha negado la única de la que Él tenía necesidad: existir para Él. El Maestro arranca a Marta del plano del hacer, en el que ella desearía también involucrar a su hermana, y la impulsa hacia el plano del ser.

Al final, Marta no tiene ojos sino para el propio servicio, el cual ha ido configurándose a partir de sus propios deseos y proyectos. Como consecuencia de la idea que Marta se ha forjado de las exigencias del Amigo, éste desaparece totalmente en su propio ser. María acoge al Maestro "desde dentro". Le brinda hospitalidad en aquel espacio interior, secreto, que ha sido predispuesto por Él y que está reservado a Él, a su amor.

Marta ofrece cosas, una gran cantidad de cosas; María se ofrece a sí misma. María ha elegido ser escogida por el Señor. Su opción es una respuesta a la solicitud del Señor. Mas esta opción implica la capacidad de ofrecerse, de no pertenecerse a sí misma, de abandonarse.

Si no te detienes, si careces de tiempo para escuchar, si no interrumpes tu frenética actividad, si sigues agitado, si continúas dando órdenes en vez de recibirlas de Él, si te empeñas en asumir iniciativas continuas y en organizar las pompas en su honor sin preguntarle al interesado, nunca comprenderás en qué consiste la voluntad de Dios. Dios quiere, antes que nada, un poco de calma. El activismo constituye una táctica dispersante para esquivar el encuentro.

(Extracto del libro “Las mujeres que encontraron a Jesús”, de Alessandro Pronzato)